jueves, 16 de octubre de 2014

La EMOCIÓN y la RAZÓN

 
                                                     


   El cerebro emocional y el intelectual se afectan en una relación desigual de fuerzas. 
   Nuestra mente consciente tiene casi ningún poder sobre nuestras manifestaciones emocionales moderadas e intensas una vez producidas. Sin embargo, el peso de estas emociones sí posee un grado importante de influencia sobre la dirección de nuestros pensamientos. Es aquí cuando sentimos que perdemos el control de nuestro temperamento, o cuando notamos el impulso de hacer promesas de amor maravillosas, porque nos sentimos totalmente entregados al romance y le asignamos inconscientemente una condición de perpetuidad. 
   
   La realidad es que por más que queramos y nos lo propongamos, es difícil apagar el fuego de la ira una vez ésta se ha encendido. Nos pesa un historial emocional que compartimos los humanos desde nuestros orígenes. Se ha convertido en un reflejo cuya velocidad de manifestación es diez veces mayor a la de nuestro intelecto, nuestra razón. 
   En términos reales esto significa que si logramos permanecer quietos y callados durante esos primeros 10 o 15 segundos, tendremos a posterior la posibilidad cierta de anteponer nuestra razón y cordura y no cometer disparates de los cuales posteriormente es probable nos arrepintamos. 
Todas las personas somos distintas en este sentido. Hay quienes es muy difícil hacer enojar y otros de fácil y asombrosa capacidad de efervescencia. Las personas patológicamente iracundas es esperable y absolutamente lógico desarrollen cardiopatías moderadas a graves especialmente. 




ALGUNAS FORMAS DE SOBREVIVIR AL INCENDIO

1- Cerrar la boca contra todo impulso de decir nada. No interesa que sea un comentario insignificante, porque cualquier palabra es siempre la punta que desmadra un ovillo horrible. Habrá un momento apropiado para afrontar el problema y resolverlo de algún modo saludable y conveniente. La principal herramienta para este fin es definitivamente la "razón" pero jamás la emoción.
2- Dejar el escenario físico de la discusión o el enfrentamiento. Tomar distancia.
3- Darle a la cabeza elementos de distracción. Sacarla del tema.

   Estas medidas no significan de ninguna manera esconder la cabeza de los problemas, como una avestruz. Es una medida práctica y conveniente en esos momentos ya que nos salvan del ridículo, el ataque verborrágico gratuito y/o la agresión física. Todos elementos que agravarían la situación original.
   Las razones de un disgusto y nuestras diferencias con el mundo jamás se resuelven en medio de una tormenta infernal de insultos y agresiones en donde al final, nadie termina ni entendiendo ni aprendiendo nada. Lo que usualmente conlleva a estados de incomodidad interior complejas capaces de enfermar.Y para comprender mejor este punto digamos:

En toda actitud humana existe subyacente la buena intención, o al menos alguna vez la hubo. En el decir y en el hacer las personas nos equivocamos porque accionamos de acuerdo a las opciones que en ese momento puntual teníamos a mano en nuestra cabeza. Lo trivial o relevante de la acción es según la interpretación de quien es el destinatario o cree serlo. Lo que a mí me fastidia, a otros puede que les resulte absolutamente irrelevante.


LA PROMESA ETERNA Y FRÁGIL




   Estar enamorado es maravilloso aunque sea un acto de entrega de nuestro ego a quien es objeto de nuestro amor. Cedemos una parte del control.
Quién no ha prometido amor eterno, fidelidad absoluta, buen trato y respeto a su amor alguna vez? Cuestiones que pueden cambiar con el paso de unas pocas horas, incluso menos. 
   Todos, en mayor o menor grado de compromiso adolecemos de ese "irse de boca" y prometer cosas que no podemos asegurar ya que nadie es dueño de un tiempo que no ha llegado aún, y tampoco cuenta con la brújula mágica que asegure que las condiciones actuales de nuestros vínculos permanecerán inalterables. 
   Es sano contener el impulso de hacer promesas sobre el futuro, porque en estas condiciones no nacen de nuestra razón sino de nuestra química emocional.

   Los estados emocionales extremos, ya sean la ira o la euforia (alegría explosiva y desbordante) son estados alterados e insanos de la mente. Mata el ataque de ira pero de igual manera mata el estado de euforia. Ambos liberan al torrente sanguíneo cantidades extraordinarias de adrenalina y cortisol (los químicos del estrés).

   El estado mas saludable de la mente emocional es el de equilibrio entre las positivas y las negativas. Punto de armonía. Serenidad interior.

   Cuidado! Me refiero al estado emocional! No al intelectual. Tener una mente muy despierta y positiva, y conducir nuestros pensamientos en esa dirección es magnífico y saludable. 

Gracias por estar!







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